3.

(viene de aquí y la primera parte la tenéis aquí)

Cuando recobró el conocimiento John tenía la cara en el asfalto, sobre un charco caliente de un liquidó que confiaba no fuese su propia sangre. No podía moverse y le dolía todo el cuerpo. Con los ojos aún borrosos intentó ver donde se encontraba, frente a él yacía volcado el autobús en llamas. La fría lluvia impactaba en su cara, apenas le quedaban fuerzas para siquiera gritar de dolor cuando de repente lo vio. De detrás del autobús surgió una gran figura, no alcanzaba a distinguirla bien pero parecía un hombre enorme, casi un gigante. Se quedó allí plantado y aunque no era capaz de verle la cara, supo que le estaba mirando, y su mirada lo atravesó como un rayo, como si aquel hombre estuviese mirándole el alma.

Con paso tranquilo se acercó a John y se quedó frente a él. Aún no era capaz de distinguirle los rasgos, era como una enorme sombra que se abalanzaba sobre él:

-Por favor... no me haga daño... -logró balbucear

Sin mediar palabra el hombre le dio una patada. Antes de perder el conocimiento John vio las llamas del autobús por última vez.

+ + +

La chimenea de la habitación ardía con fuerza, no era necesaria en aquella época del año, pero por supuesto, siempre daba un mejor ambiente. Sirvió un par de copas del champan que le había traído el botones un minuto antes, se dio la vuelta y allí estaba, sentada sobre la cama con cara desafiante la chica de sus sueños, la mujer perfecta, María.

-Champan, chimenea... cualquiera diría que sus intenciones no son del todo puras señor Doe -dijo ella mientras cogía su copa.
-Supongo que de ser puras las de cualquiera de los dos no hubiésemos llegado hasta mi habitación ¿no?
-Supongo que no...

Ella dio un sorbo a su copa y lo miró con la mirada más lasciva y cargada de sexo que nadie había lanzado jamás. Cuatro segundos después se arrancaban la ropa como animales y al quinto se comían el uno al otro como si fuesen caníbales. Las paredes vibraban al compás de sus cuerpos desnudos, mientras sudaban y gemían follándose el uno al otro con una pasión que ninguna pareja había alcanzado. El mundo se detuvo en un momento perfecto de puro sexo, era como si nadie, en toda la historia de la humanidad, lo hubiese hecho antes de aquello.

Pasado el momento John se lió un cigarrillo. Cuando lo acabó María le pasó su mechero.

-Gracias -se quedó observando el águila de nuevo, tenía algo que lo fascinaba- oye... ¿De donde has sacado este mechero?
-Bueno -dijo quitándoselo y mirándolo ella- era de mi padre. Me lo dio antes de morir. Me dijo que me sirviese de ancla, que a él le había servido para lo mismo en la guerra.
-¿De ancla?
-Sí, ya sabes, para que esté donde esté nunca olvide de donde he venido. Por lejos que vaya este mechero siempre me recordará eso -esbozó media sonrisa, una sonrisa llena de tristeza- Supongo que mi padre siempre supo que no iba a quedarme allí mucho tiempo y no quiso que me olvidase.
-¿De donde exactamente?
Ella le miró con su triste media sonrisa, le quitó el cigarro -Eso no importa ahora

Los dos se quedaron en silencio mirando el fuego de la chimenea. Ella se acurrucó en su hombro y dio una larga calada

-Eres un buen tipo John -dijo cerrando los ojos- te ocultas bajo esa mascara de perdedor canalla tan de capullo, pero en el fondo eres un buen tipo...

Afuera comenzó a caer la noche. El cielo se cubrió del naranja del atardecer como si ardiese con la misma fuerza que lo hacía la chimenea de su habitación.

+ + +

Un jarro de agua fría le despertó. Tenía los ojos vendados y la boca le sabía a metal. Aún sentía un dolor intenso en todos los músculos de su cuerpo, pero estaba sentado y atado de pies y manos en una silla.

-¿¡Estás despierto gilipollas!? -dijo una voz
-¿Que pasa? ¿Quien eres? ¿Donde estoy?
-Vaya -dijo otra voz- la princesita se ha despertado. Hay que ser muy duro para despertarse después de un accidente semejante, debes de ser una señorita muy dura princesa.
-Pero que dices tío -dijo la primera voz- este es un mierda que no tiene ni media ostia, ¿verdad gilipollas? ¿tengo razón o no? -la mano de su interlocutor abofeteándole suavemente la cara

Sintió un fuerte puñetazo en la cara y calló al suelo.

-¡BAM! -gritó loca de contenta la primera voz- ¡En toda la cara! ¡Lo has visto tío! ¡En toda la puta cara! -rió, su risa sonaba tenebrosa y aguda, como si un montón de ratas estuviesen chillando a la vez.
-¿Quieres ponerle en pie retrasado? El jefe nos matará si entra y ve que le hemos hecho algo. Dijo que no le tocásemos un pelo -dijo la segunda voz.
-Venga tío, estaba de coña, era solo un puñetazo... ¡No te pongas así!
-Ponle derecho o te juro que la siguiente ostia la vas a recibir tú
-Vale, vale... hay que joderse...

John notó como le levantaban.

-¿Donde estoy? -dijo después de escupir sangre- ¿Podéis contestarme al menos a eso?
-Las respuestas llegarán princesita -dijo la segunda voz- no seas impaciente. De momento nosotros vamos a irnos a comer algo, pero te prometo que cuando volvamos llegarán algunas respuestas.
-¿Y vais a dejarme así?
-Por supuesto
-¿No podéis... no podéis quitarme la venda?
-No
-Por favor. No puedo ver nada. No se ni el tamaño de la habitación en la que estamos, ni siquiera se decir si es un sótano o estamos en algún piso. No soy capaz de escuchar la lluvia y de hecho... de hecho si os calláis no se escucha nada.
-No vamos a quitarte al venda. Aún no. No somos nosotros los que debemos quitártela.
-¿Y quien es?
-Ya lo verás -dijo la segunda voz, y rió como si su risa proviniese de lo más profundo de una gruta- Vámonos flaco, vamos a comer algo y luego volvemos
-Perfecto -aquella era de nuevo la primera voz, y de nuevo vino acompañada de unas pequeñas bofetadas en la cara. Aún seguía detrás suyo- luego volveremos a por ti gilipollas -le dijo al oído.

John pudo escuchar como sus pasos se alejaban en la oscuridad. Una puerta que se abría y como ellos se marchaban. Cuando la puerta se cerró el sonido se aisló por completo. Estaba ciego, ciego y sordo, y ni siquiera era capaz de entender del todo como había llegado hasta allí.

continuará...

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