2.

(viene de aquí)

En el mechero había dibujado un águila con un casco militar. Era "aquel" mechero.

+ + +

Tumbado bajo una sombrilla de paja John leía un libro. Tras el chapuzón en la piscina no tenía demasiadas ganas de ponerse bajo el abrasador sol. Después de terminar un capítulo colocó su marca y lo dejó aparte. Empezó a hacerse un cigarrillo mientras observaba a la gente de la piscina.

Un gordo con pinta de millonario caminaba del brazo de dos voluptuosas chicas de tetas operadas que le reían todos los comentarios. Algo más allá, Paolo, el camarero del bar, un italiano que solo estaba allí para conseguir suficiente dinero para poder continuar su viaje (John no era capaz de recordar de donde venía o a donde iba, solo que estaba de viaje) ligaba con una atractiva cuarentona con pinta de adinerada, que ataviada con un gran sombrero y un pareo, tomaba un mojito en la barra del bar.

En la piscina infantil un grupo de niños jugaba a "Marco Polo". Un par de ellos (los que tenían más pinta de bicho) saboteaban el juego a base de aguadillas al personal. En la piscina grande un grupo de señoras nadaba a braza, intentando no mojarse los pelos, evidentemente arreglados en la peluquería del hotel tan solo un par de horas antes.

John terminó de liarse el cigarrillo y dio un trago a su cerveza. Después comenzó a buscar la caja de cerillas que había cogido antes de salir. Desde detrás apareció un brazo con un "zippo". En su metálica superficie había sido rasgado el dibujo de un águila con un casco militar. John cogió el mechero y se encendió el cigarrillo. Después miró la otra parte, allí solo había escrita, inscrito en el pequeño hueco color plata, una frase:

"A tu espalda"

Se dio la vuelta. A su lado, de pie, estaba María, la recepcionista. Llevaba una toalla en la mano

-No esperaba que vinieses -dijo sonriendo.
-No esperaba venir
-¿Y que ha hecho que cambies de idea?
-Que necesito relajarme -dijo mientras colocaba la toalla a su lado.

Comenzó a quitarse la ropa. Bajo el uniforme llevaba un bikini. John se quedó embobado mirando su perfecto cuerpo. Ella le devolvió la mirada sonriendo

-No me mires así.
-¿Así como?
-Como si nunca hubieses visto una mujer en tu vida.
-Será que no he visto una mujer tan guapa nunca.
-Que idiota... -dijo al tiempo que le robaba el cigarrillo de la boca y se sentaba a su lado- ¿Esas frases se te ocurren a ti solo o te las escriben?
-Me has descubierto. Tengo un par de guionistas en la habitación que me van soplando los diálogos por un pinganillo
-¿En serio? Pues tal vez debería tumbarme a tomar el sol con ellos...
-Tal vez...
-Tal vez deberíamos subir a la habitación... -su tono había bajado y ella se había acercado- ya sabes... para que me los presentes y eso...
John recuperó su cigarro -¿Y ese repentino cambio de actitud?
-Bueno... te he dicho que necesitaba relajarme ¿no?

+ + +

El autobús tomó una curva demasiado cerrada y su cabeza chocó con la ventanilla devolviendole a la realidad.

-Perdona, ¿De donde has sacado... ? -dijo dándose la vuelta.

La viuda ya no estaba en el interior del autobús. John no era capaz de entender nada de lo que estaba pasando y las preguntas comenzaron a abalanzarse sobre él como el torrente de un rio; ¿Donde estaba? ¿Por qué no era capaz de recordar como había llegado allí? ¿Por qué no parecía haber nadie en la calle? ¿Quien era toda aquella gente? ¿Como había llegado el mechero allí?

Comenzó a ponerse nervioso. Se levantó del asiento sin saber muy bien a donde ir.

-¡Ey! ¿Qué está haciendo? ¿Quiere hacer el favor de sentarse? -dijo el conductor.
-¡Cállese! -le gritó- ¡Cállese y pare el autobús! ¡Voy a bajarme de aquí!
-Lo siento amigo, pero eso no es posible. El autobús solo para cuando llegamos a la siguiente parada...
-¿Que mierda significa eso? ¡Pise el freno joder!
-No es tan sencillo. Entienda que cuando uno se decide a subir, cuando uno toma la decisión de comenzar su viaje, no es tan fácil bajarse. No se puede ir eligiendo cuando parar las cosas... así no funciona, ¡Desde luego que no! Un viaje dura lo que debe durar... y si se decide ralizar, si uno decide comenzar a caminar... debería ser capaz de terminarlo ¿No cree? Ya sea para bien o para mal no nos corresponde a nosotros decidir cuando está bien bajarnos.
Caminó hasta el conductor -Pero se puede saber de que está hablando, ¡porque narices no se limita a pisar el maldito...! -apartó al conductor de un empujón- ... freno...

Horrorizado vio como allí no había ningún pedal.

-Ve lo que le decía.

Las gafas del conductor se le habían comenzado a caer, bajo ellas no había ojos, solo un par de cuencas vacías y negras que le devolvieron la mirada. John entró en pánico y calló al suelo.

-No tiene... no tiene ojos...
-Claro que no -dijo sonriendo el anciano
-Y entonces... ¿Como sabe a donde vamos?
-Por favor, mi trabajo se limita solo a conducir el autobús. Yo no decido a donde va.

Se levantó del suelo, no sabía a donde ir. Comenzó a correr nervioso de un lado al otro del autobús, que cada vez iba más rápido y descontrolado. De pronto un brazo salió de entre los asientos y le detuvo. Era el gigante calvo. Sus diminutos ojos azules eran como dos canicas en medio de su inmensa cara.

-Relájese y siéntese por favor.
-Hágale caso -dijo el niño desde la otra punta del autobús- Entrando en pánico tampoco es que vaya a solucionar nada ¿no cree?.

John Doe se quedó mirando a los dos personajes como si estuviesen locos. ¿Como podían estar tan tranquilos?. Notó el mechero aún en su mano y le echó un último vistazo. Le dió la vuelta y contemplo la inscripción. Había cambiado. Ahora era la otra frase que había grabada:

"A tu izquierda"

Se giró, una fuerte luz, acompañada de un bocinazo que ensordeció el repiqueteo de la lluvia y el ruido del motor viejo del autobús, se acercaba hacia ellos.

-Parece que hemos llegado a la siguiente parada... -dijo el viejo.

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