11- La chica del piano

Sonó un piano en la sala y la gente de pronto enmudeció. Una chica sola en el escenario comenzó a cantar y su voz se acopló a la musica de una manera perfecta, como si desde el principio de los tiempos aquello fuese solo un sonido.

Un hombre borracho que estaba sentado en la barra no pudo evitar girar la cabeza. Henry, de cuarenta y tantos años habia llegado a aquel bar con al unica intencion de emborracharse con el poco dinero que aun le quedaba. No habian pasado ni diez dias desde que descubriese a su mujer con su mejor amigo, ni siquiera tres desde que le despidiesen del trabajo y ni 24 horas desde que lo echaron del hostal al que se habia mudado. Pero de pronto aquella chica consiguió que se olvidase de toda la mierda que tenia encima. Se encendió un cigarrillo, uno de los cuatro que le quedaban y le dedicó una sonrisa a la chica del piano.

-¿Quien es? -preguntó curioso al camarero
-Nancy -contestó el hombre sin apenas prestarle atencion
-¿Y viene mucho?
-Todos los dias.

Inhalo el humo y no pudo dejar de sonreir.

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Habian pasado seis meses de aquello. Seis meses en los que Henry no habia faltado ni un dia y aunque ninguno de los dos habian cruzado nunca palabra alguna ya eran casi viejos conocidos. Para Nancy el hombre de la barra comenzó a convertirse en el unico motivo por el que seguia tocando en aquel bar de mala muerte. Sabia que aquel camino no tenia salida, que ya tenia cierta edad y que si el exito aun no habia llegado era porque nunca jamas llegaria, pero los momentos en los que se subia al escenario y comprobaba que el hombre de la barra seguia en su taburete, como cada dia, terminaron convirtiendose en los unicos momentos en los que sentia que su vida tenia sentido.

Poco a poco Nancy terminó tocando solo para el hombre de la barra.

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A Henry la chica del piano le ayudó a salir del aujero. Escucharla le forzó a sacarse la cabeza del culo y su voz en perfecta armonia con el sonido de su piano era lo unico que le daba suficientes ganas de vivir para sobrevivir un dia mas. Consiguio un empleo de mala muerte, consiguió un lugar para vivir, y todas las noches, con la fidelidad con la que los cristianos van a la iglesia todos los domingos y los musulmanes rezan mirando a la meca, él volvia al bar solo para escuchar a la chica del piano.

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Un dia Nancy salió a escena y el hombre de la barra no estaba.

Aunque ella no lo sabia Henry tuvo que quedarse hasta tarde en su nuevo trabajo.

Nancy comenzó a tocar y de pronto la sala, a pesar de que estaba bastante mas llena que de costumbre (lo que no suponia mas de tres o cuatro mesas ocupadas), le resulto fria, vacia, y no se vio capaz de seguir tocando.

Del mismo modo, en su oficina, solo pues todos los de mas trabajadores habian vuelto con sus familias, Henry se sentia vacio. Miró el reloj, aun le quedaba un monton de papeleo pero necesitaba escuchar a la chica del piano casi tanto como necesitaba comer.

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Media hora despues de empezar su breve concierto, casi cuando estaba acabando y cuando Nancy habia perdido toda esperanza ya el hombre de la barra entró. Se sentó en su taburete, se pedió su whisky con hielo y en señal de disculpa levantó la copa.

Ella le correspondió con una sonrisa.

Y aunque no se conocian y sabian que lo mas probable era que no fuesen a hablar nunca supieron que la necesidad que sentian el uno por el otro era reciproca. Y comprendieron que por muy mal que fuesen sus vidas, a partir de entonces siempre les quedaria la media hora del concierto, la media hora en la que verdaderamente eran felices.


(no podia ser de otra manera)

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