62- Rompiendo el silencio involuntario (y una historia verdadera que nunca ocurrio de regalo)

Vuelvo

Ya tengo internet de nuevo, ya estoy en mi piso de nuevo. Olvidemos a los obreros, los martillos destrozando tuberias, olvidemos la falta de pagos a jazztel y los lios con la casera.

Ya está, ya pasó.

En fin...

Hace ya un tiempo alguien me contó que un dia vio llover ranas. Si, se lo que estais pensando, es imposible que lluevan ranas ya que no pueden evaporarse con el agua, condensarse en forma de nube y, despues, llover. Es algo que no pasa. Aun asi, este tio del que os hablo me dijo que habia visto llover ranas.

Un dia volvia a su casa en coche, era uno de esos dias que llueve como si no hubiese llovido durante siglos, esos en los que crees que el diluvio universal está cerca. Rayos y truenos lo acompañaban por la sinuosa carretera (el tipo vivia en mitad del monte) junto con gotas tan grande como puños de niño cayendo en manada. Llovia tanto que el hombre no era capaz de ver mas hayá de lo que tenia en las narices lo que supuso que, en una de esas curvas, calculase mal y cayese por el desnivel de la montaña.

Rodó ladera abajo (o al menos eso me contó el) sin, milagrosamente tener ningun rasguño y por alguna casualida del destino terminó bocaarriba y no del reves. El viento soplaba, la lluva caia y los rayos y los truenos continuaban con su siniestra serenata. El motor no arrancaba y era evidente que de aquel barrizan en el que se encontraba, tan rodeado de vegetacion como estaba, no iba a salir andando asi que el tipo cogio su chaqueta inclinó el asiento y se echó a dormir.

No habian pasado dos horas de aquello cuando un fuerte golpe en el techo lo despertó. Ya no llovia, la tormenta habia desaparecido. Y de pronto sonó otro golpe. Espero que entendais la sorpresa de mi amigo, ya no llovia y estaba en medio de una campa rodeado por nada mas que hierba, no habia naa que pudiese caerle encima, y menos aun dos veces. De pronto otro golpe. Y el siguiente aun mas seguido. Asustado salió del coche.

Poco a poco fueron cayendo. Me dijo que nunca supo de donde habian salido pero que lo cierto es que llovian ranas casi con la misma frecuencia con la que caian gotas de lluvia. El tipo se asustó y volvio a meterse dentro del coche hasta que la extraña tormenta cesó. Despues salió de alli andando y cuando lo contó en su pueblo nadie pareció creerle.

Era una extraña historia la verdad. Pero lo cierto es que el hombre era bastante extraño por si solo.

Muchos años despues, en una de mis busquedas en internet provocadas por el insomnio encontré una noticia sobre un avion que trasladaba trescientas ranas de un lago Sudafricano hasta Francia que perdió toda la mercancia al ser brutalmente atravesado de lado a lado por un rayo mientras cruzaba una tormenta.

Supongo que el mundo tiene esas casualidades curiosas.

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