A principios de Septiembre aun hace calor cuando pega el sol en Bilbao. Los resquicios de la agonia de un verano corto y sin demasiado calor (como suelen ser los de alli) hacen que cualquier apice de sol sea explotado al maximo por sus ciudadanos que, como si hubiese una ley que obligase a ello, se hechan a las calles, a las terrazas y a los parques cercanos, bien a pasar un bonito dia en pareja, bien a estar con la familia. Carlos pertenecía al primer grupo y junto a Maria, su novia estaba tumbado con la cabeza en el regazo de ella en uno de los bancos del parque de Doña Casilda. Mientras ella hablaba él miraba a la gente que habia en el parque. Ancianos paseando, jovenes jugando en las canchas de baloncesto y lo que le pareció mucho mas interesante, un grupo de niños que comenzaba una pelea por un absurdo juego ante la que sus madres, sentadas en una terraza proxima, hacian caso omiso.
-¿Carlos? -preguntó Maria de pronto
-Si, ¿que pasa? -dijo él sin apenas interes.
-¿Me estas escuchando?
-Si si, espera un momento -uno de los niños acababa de dar un puñetazo a otro. La cosa parecia ponerse interesante.
-En serio quieres que espere por unos malditos crios! -le espetó ella levantandose.
Comenzó a andar para irse.
-Oye, ¿se puede saber que haces?
-Me voy Carlos
-¿Como que te vas?
-¿Me has estado escuchando algo de lo que te he dicho?
-Si, claro que si
-A ver, que te estaba diciendo
-No se... ¿algo de tu madre no?
Ana suspiró -Dios... no me estabas prestando nada de atencion. Te he dicho que me tenia que ir porque tengo que cuidar de mi hermana pequeña. Te he explicado que mis padres se iban de cena y que no me quedaba mas remedio. Y... joder, parece que a ti te de igual
-No me da igual
-Nadie lo diria
-¿Quieres no ponerte asi?
-¿Y como esperas que me ponga Carlos? En serio ¿Como coño esperas que me ponga si ni mi novio es capaz de prestarme atencion?
-Venga... no seas asi, quedate un rato
-No puedo. Acabo de decirtelo
-¿Y no quieres que te acompañe a casa?
-La verdad... no... ya no... Adios.
Carlos se quedó sentado en el parque viendo como ella se alejaba. Se encendió un cigarro y sintiendose mal por lo que acababa de pasar decidió volver a casa. Ya le llamaria cuando llegase.
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El lienzo atravesó la densa atmosfera de aguarras y humo que se había creado en el minusculo piso-estudio de Ana. El sonido del golpe ensordeció la voz de Marcus Mumford que en el ipod de ella cantaba Little Lion Man. Despues desesperada dio una patada a su lienzo y calló derrotada y sollozando junto a él. Era el tercer lienzo que tiraba esta semana.
La peor enfermedad que sufre el artista es la falta de inspiracion. A todos les pasa, de pronto un dia el deposito en el que guardan las ideas aparece vacio sin previo aviso y se entra en un estado de dique seco tremendamente frustrante. A Ana esta enfermedad no le era desconocida, le ocurria de cuando en cuando, normalmente a causa de un hecho en su vida que la trastocase aunque, en ocasiones muy especiales pasaba sin venir a que realmente.
Hundida dio una larga calada a su cigarrillo, levantó la cabeza y con ojos vidriosos miró a su gato, Remi, un regalo de un antiguo novio, que con compasion la miraba desde la cama.
-No me mires asi ¿Quieres? Estoy bien...
Apagó el cigarro, se levantó del suelo y puso de nuevo el caballete de pie. Se quedó mirando por la ventana. Hacia una tarde estupenda. De pronto no entendia que narices hacia ahi intentando pintar sin suerte, en aquella densa atmosfera de olores rancios a colilla y disolvente. Cogio su bloc de dibujo, su estuche, metio todo en su bolso y cogió la gabardina para irse. Si la inspiración no venia a ella, tendria que ir ella a buscarla.
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Aunque lo sencillo hubiese sido coger el metro mas cercano a casa a Carlos no le apetecía llegar alli. Necesitaba calmarse y aclarar las ideas por lo que acababa de pasar. No era la primera vez, lo cierto es que a despues de casi dos años de relacion llevaba los ultimos dos meses sin aguantar a Maria. No sabia que pasaba, pero algo habia cambiado. A sus 17 años se sentía agobiado por la situacion de tedio y rutina en la que se habia convertido su relación con su novia. Mientras se preguntaba en el modo en el que plantearle aquello a ella (ya que evidentemente no podian seguir por el mismo camino, ya ni siquiera sabia si queria seguir algun camino con ella) Carlos caminaba cabizbajo por la Gran Via bilbaína, haciendo caso omiso a los grupos de crias que salian de compras, los ancianos de caras tristes con mujeres con cara de perro (el clasico matrimonio de madrid) y los negros que vendian CDs frente a la diputacion ante la atenta mirada de la policia local.
Siguió caminando, cruzó el puente hasta el Arriaga y el Arenal y decidió que ya era hora de volver a casa.
Se sentó en uno de los bancos del metro del casco viejo y recordó cuantas noches habia esperado al metro como aquel dia. Ya no iban al casco viejo, esa etapa la habian dejado atras, como tambien habia dejado atras las incansables busquedas por todos los bares de Iturribide y Barrenkale de Maria. Comenzó a recordar cuando la conoció, en un metro borrachos, sus inocentes conversaciones por messenger, cuando le hacia "perdidas" como si aquello significase un mundo y como, cada fin de semana, trataba por todos los medios arrastrar a sus amigos hasta los bares en los que estaba ella. Hasta que consiguió que empezasen a salir.
Mientras se preguntaba en que momento se había jodido todo y si sabria (o si quiera queria) encontrar la solucion se metió en el metro.
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La estación de Astrabudua estaba sorprendentemente vacia. No es que nunca hubiese nadie a esa hora, y menos en la direccion en la que Ana iba a tomar el metro, pero lo cierto es que tal vez algo de compañía le hubiese hecho sentirse un poco menos sola. Sobre todo despues de ver una pareja que caminaba cogida de la mano en el paseo que tenia enfrente.
Deprimida recordó como su antiguo novio la había dejado por otra varios meses atras. Recordó el dolor y, en soledad (como siempre que llegaba hasta ese punto) no pudo evitar reconocer que aun le dolía un poco. Se lió un cigarrillo y se hundió en su gabardina, habia empezado a anochecer y la temperatura habia bajado considerablemente.
Aun quedaban diez minutos para el metro
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El vagon salió a la superficie en Erandio. Apenas había nadie dentro salvo Carlos que miraba por la ventana, como siempre, la galeria de arte urbano que se extiende paralela a las vias del metro de Bilbao. Le encantaba aquello, la ria, las gruas y como, cuando el sol se ponia, el agua se volvia naranja y las maquinas parecian sombras de gigantes, fruto de alguna clase de civilizacion antigua.
Maria nunca entendió eso. Él siempre se fijaba en las pequeñas cosas y ella nunca parecía ver nada en ellas. Resultaba tan hueca a veces...
El metro llegó con su incesante traqueteó a la estación de Astrabudua y, por primera vez en las ultimas tres estaciones, la puerta se abrió.
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El vagon estaba tambien sorprendentemente vacio. Aparentemente en todo el tren solo habia un chico, de unos diecisiete o dieciocho años, que la miraba extrañado. Ana decidió sentarse en el asiento contrario al suyo. Con calma (y ante la atenta mirada del chico) sacó su cuaderno y un lapiz y se puso a dibujar.
El chico volvió a mirar por la ventana nada mas el tren comenzó de nuevo su viaje. Por algun motivo él tambien parecía triste y preocupado. Comenzó a dibujarle.
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Carlos se sentía observado. Por el rabillo del ojo miraba a la nueva pasajera del metro. Una chica bastante guapa de veintipocos, con gafas y una gabardina que garabateaba en su cuaderno mientras, de cuando en cuando, le echaba una mirada furtiva. Resutaba evidente que lo estaba dibujando a él, pero no dejaba de resultar ridiculo su modo de disimular. No podía ser mas evidente.
Al final no pudo evitar dejar escapar una sonrisa mientras intentaba pensar en una frase que no sonase idiota para romper el hielo.
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Se habia dado cuenta. El chico se habia dado cuenta de que ella lo estaba dibujando y habia empezado a sonreir. Por algun motivo ella comenzó a sonreir tambien. Al final pareció armarse de valor y miró a Ana:
-Que dibujas?
Ana pensó que era la frase mas estupida para romper el hielo que podia haber hecho pero sin embargo le resultó encantadora -Bueno, creo que resulta evidente que te estoy dibujando a ti-dijo con una sonrisa
-¿Puedo verlo?
-Claro, ven.
El chico se sentó a su lado.
-¿Que te parece? Acepto cualquier critica asi que no te cortes.
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Carlos se sentia de pronto sorprendentemente comodo
-No podria estar mejor
-Gracias -dijo la extraña.
El metro se detuvo en la estacion de Areeta. Él se quedó mirando por la ventana.
-¿Es tu parada? -preguntó la chica
-Si...
-Vaya... que lastima, ahora que empezabamos a conocernos.
Carlos sonrió y no dijo nada, se levantó y caminó hasta la puerta.
-A ver si coincidimos otra vez en el metro.
-Eso espero. Me gustaria volver a dibujarte.
Cuando las puertas se cerraron tras Carlos y el metro comenzó de nuevo su viaje ninguno de los dos tuvo la sensacion de que aquella fuese a ser la ultima vez que iban a verse.
He decidido recontar la historia que siempre he querido recontar. Utilizaré las entradas para la cancion de la semana, porque siendo sinceros, estas quedaban muy sosas, y la verdad es que pueden ser el complemento perfecto para esta historia
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